miércoles, 15 de mayo de 2013

"Hold me really tight until the stars look big"


Todo el mundo en la sala sentía el ritmo, enloqueciendo. Las luces de neón envolvían a la multitud entre el humo y el continuo palpitar de los altavoces . Las voces y los gritos enmudecían bajo el altísimo volumen de la música. 
No existían los problemas, ni las preocupaciones, ni los quebraderos de cabeza. 
Nadie estaba sentado, ni mucho menos. Todos alzaban sus manos, como si pudieran tocar el cielo con las yemas de los dedos. Saltaban como si quemara el suelo, como si acecharan miles de pinchos bajo sus pies. 
Sólo existía ese momento, ese día, justo así, soltando sus carcajadas al infinito. 
La felicidad estaba en el aire. 
La luna formaba en el cielo una fina semicircunferencia, dándole todo el protagonismo al deslumbrante brillo de las estrellas, que se habían decidido a salir sin miedo aquella noche. Alejandra , que las vio a través de la ventana, hipnotizada por su magia, decidió salir a contemplar la espectacular oscuridad. 
Respiró profundo, inhalando toda la esencia de aquella noche de verano. 
Entonces apareció él, que delicado, se acurrucó a su lado. No dejaba de mirarla. 
- ¿ Cómo no puedes estar mirándolas? ¿ Acaso no te das cuenta de la preciosidad de noche que se presenta ante ti? Es increíble. 
- Perdona, pero no puedo creerme que haya algo más bonito que tus ojos. 

sábado, 11 de mayo de 2013

Luces incandescentes.


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En esta noche, tan oscura, sólo podía ver las estrellas, guías de mi almas, víctima de la belleza de la tierna oscuridad que me aguardaba, la luna, al frente, luminosa, fiel y tenue, adaptándose a los ciclos terrestres también me acompañaba , prácticamente como si fuera de mi mano, como si acariciara mi cuello y mis hombros, delicada.
Y en el romántico silencio, grité, grité como si mi alma se fuera a salir por la boca. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Unas voces que repetían incesantes en mi inconsciente me impedían reprimir las lágrimas.
Me arrodillé y entre las hojas secas de aquel claro de luna me sentí parte de la inmensidad del cielo negro como el azabache, sigiloso, reflexivo, sólo sueños y pesadillas revueltos en aquella oscura luz.
Me derrumbé, y tranquila , me sentí a mi misma, mis pies descalzos sobre la humedad de la hierba seca, apenas perceptibles aquella noche. Una lágrima se deslizó por mis pestañas, mejillas, por la punta de mi nariz y finalmente, tras pasar por la comisura de mis labios, se perdió y me quedé dormida.

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Estas lágrimas amanecidas en mares de dudas.
Como cristales rotos, cómo duele el mal de amores, cómo duelen los cafés con sal de madrugada .
Que en cada bar dejo mi rastro tras un par de peleas ,recordando las iniciales de tu nombre en cada vaso.
Duele más el alma, pesan más las penas y la culpa engorda.
Que el carmín de tus labios besa más que nunca y tus ojos más magos todavía son .
Que este amor es como una pena de muerte, como un esguince mal curado, tu sombra me persigue en cada luz de las calles solitarias por las que camino por las noches más oscuras jamás presenciadas, esas aceras que no se dejan estremecer por el sonido de tus tacones.
Y regresé a la maldición de las mañanas sin tu pelo desordenado.
La maldición de no encontrar ninguna de las tuercas de tus pendientes debajo del sofá.
La maldición de las noches en vela recordando la melodía de tus carcajadas y los hechizos de tus ojos.
Que si esto es un enfado perdónenme si he sido un loco que quería vivir sin ataduras, pues la mayor atadura ahora es la que tengo a la morfina de vivir sin tus besos.
Que las lágrimas nunca fueron de cocodrilo a pesar de ser un mentiroso, que los te quiero jamás fueron tan sinceros, que la miel nunca fue tan dulce, como cuando compartíamos tostadas a mediodía.
Que el sentido nunca fue tan irracional y que la mala suerte llamó a mi puerta un par de veces desde que no te llevaba rosas a la oficina. Que la única oficina que ocupas ahora es aquella en la que se encargan de desechar cada una de las notas que decían te necesito, de guardar en cajas fuertes cada uno de los abrazos y donde me encuentro en lo más bajo de tu papelera.
Que las ganas de llorar nunca fueron tan ahogadas, que las lágrimas nunca fueron tan ligeras, que los catorce de febrero cada año son más estúpidos.Casi tanto como lo fui yo, al no aprovechar cada roce de mejillas.